La voz que no quiero oír



¿Sabes? Todavía sigo luchando cada día para convencerme de que soy una buena persona. De que no hago nada malo viviendo la vida a mi manera, ni siendo yo misma. De que no hay nada malo en mí o en mi forma de ser y comportarme.

Sigo luchando, aún, con esa vocecita de mi cabeza que nació contigo; la que siempre me dice que no soy suficiente, necesaria, querida. Demasiado rebelde o demasiado dócil, alegre de más o de menos, tan habladora o tan callada.

Lucho contra todas las veces que me dijeron que era una decepción, contra todas las personas que me hicieron sentir un fracaso. Porque no, no eres el único. Ojalá lo fueras.

Lucho, como los demás, contra  las expectativas desmedidas que pesan sobre mis hombros al sobreentender que voy a convertirme en lo que otros esperan, desean; para hacerlos felices, sin importar que yo no lo sea.

Me resisto a pensar en todas las veces que abandoné antes de empezar porque me dijeron que no era lo suficientemente buena, lista, obediente, sumisa.

Y aun peleando la mayoría de los días, aun resistiéndome a su eco, a veces, gana la voz. A veces, la creo, diciendo que no es posible que alguien me quiera como soy, un fraude, un fracaso, una decepción... E incluso conociendo estos embustes que resuenan en mi cabeza, gracias a ti, a vosotros, vive en mí, todavía, esa sensación.

Pero... ¿Sabes? No me importa, sigo ganando yo. Casi todas las veces.

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